viernes, 7 de junio de 2013

Nadie me conoce


Todos los collages de este post son obra de la
artista Lola Dupré

Mian Xiang es el milenario arte chino de leer el rostro, tomando al pie de la letra, la máxima de que la cara es el espejo del alma.

Recurrir a frases hechas es como morderse las uñas, una vez empiezas no hay quien te pare: si somos lo que comemos, si el paso de los años da a cada uno la cara que se merece, o lo que hay en tu vaso dice mucho de ti (¡vaya! se coló un eslogan publicitario) resulta lógico siguiendo el Mian Xiang, que en nuestra cara sea posible interpretar cómo somos, según lo que leamos a lo largo de nuestra vida.


Haber leído mucho a Oscar Wilde puede provocar que nuestro labio superior manifieste una tendencia a elevarse al sonreír, en una señal inequívoca de practicar la ironía. Cualquier peligro de incurrir en lo esnob, quedará atenuada si también se ha disfrutado del humor tal vez menos elegante, pero igualmente inteligente, de Tom Sharpe o Gerald Durrell.

Siguiendo estos razonamientos, una mirada extraviada interrogando al horizonte, puede deberse a muchas lecturas de Stendhal, Joseph Conrad o Jack London (o si es hacia el cielo nocturno, de Philip K. Dick, Ray Bradbury o Ursula K. Le Guin); un mentón decidido y un gesto airado sería por haber leído a Nietzsche a edades tempranas; o un casi imperceptible tic, que nos haga guiñar un ojo pese a que no haga sol, puede deberse a un exceso de suspicacia asimilado en tantos relatos de Raymond Carver, James Ellroy o Patricia Highsmith.

Para cada arruga, gesto o línea de expresión, existirá una equivalencia literaria con algún autor u obra; de cuyo análisis surgirá este Mian Xiang de baratillo que estamos practicando en este post.



Pero llegados a este punto, cabe preguntarse si las huellas literario-faciales serán iguales para los lectores entregados a la lectura digital (a los no lectores, por ser mayoría según las estadísticas, ni los contemplamos). Hasta ahora los libros envejecían con las personas, existía una cierta sintonía oxidativa entre las arrugas de sus cubiertas,el amarillear de sus páginas, los desgastes de sus esquinas, y los rostros de sus lectores, pero ahora: ¿qué signos aflorarán al resplandor de las pantallas? 
Orlan, el rostro permanentemente intervenido

Tal vez, sean los rostros intervenidos, alisados y planchados de las celebridades. Prometemos por Orlan (la artista adicta al bisturí) que no criticamos el que uno quiera parecerse a la imagen que de sí mismo se ha forjado, recurriendo a la ciencia. Pero lo cierto es que para lecturas digitales, no puede haber mejores caras (según nuestro Mian Xiang literario) que las paralizadas a base de botox.

Tal y como es posible borrar un archivo de un ebook, se intenta borrar el paso del tiempo en un rostro. Y precisamente uno de esos rostros célebres, de cuya lectura dentro de poco, sólo será posible inferir Confesiones de una máscara de Mishima, es la cantante Madonna.

En su última gira, una de las polémicas, fue un vídeo que soliviantó a la política ultraderechista Marine Le Pen, por asociarla con el nazismo. El tema que sonaba mientras se formaban los collages de rostros e imágenes, no puede resultar más apropiado: Nobody knows me (Nadie me conoce).

Y ahora, todo el mundo al espejo a poner en práctica el Mian Xiang, escudriñándose lecturas en la cara.



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