lunes, 12 de mayo de 2014

Bibliotecas-nido contra Godzilla



Nuestra compañera Lola M. Carrillo siempre dice que los lugares que definen a una comunidad son la iglesia, la escuela y la biblioteca, y hasta el momento, la historia le da la razón. Las agrupaciones humanas se han afianzado como sociedades cuando han permitido que surgiera alguna de estas instituciones.

Después vendrían otras, pero entre las que primero se erigían, destacaban las que proporcionaban consuelo para el alma, transmisión de conocimientos, y refugio a la memoria y la cultura. Algunos dirán que habría que incluir al burdel, pero hablamos de la crónica oficial, la oficiosa aunque esencial para estudiar a una sociedad, siempre queda postergada a crónicas secundarias.

En este ámbito, la biblioteca ejercía un fuerte papel de socialización; y el ejemplo más reciente sería la manera en que el traumatizado Japón se recupera de los desastres naturales que lo desvastaron hace ahora tres años.

Durante este tiempo, en las zonas arrasadas por el tsunami, están restituyéndose los pueblos totalmente desaparecidos mediante casas prefabricadas. Arquitectos nipones se han lanzado con la meticulosidad que les caracteriza, a diseñar modelos que faciliten el realojo de los miles de desplazados. Entre las soluciones de emergencia que se han tenido que adoptar, se incluye el uso de contenedores reconvertidos en viviendas.

Y en estas villas despersonalizadas, una vez atendidas las necesidades más acuciantes, lo más importante a continuación, es crear comunidad, espacios que permitan que resucite esa sociedad civil que la catástrofe hizo desaparecer.

Hideaki Kawabata es un emprendedor que dirige Biblioteca para el mundo, una organización que está fundando bibliotecas en las prefecturas que fueron más afectadas por el terremoto y posterior tsunami. Puede que las viviendas sean temporales, pero Kawabata supo ver que la mejor manera de mitigar el trauma y la sensación de desamparo, era creando un lugar en el que la comunidad tomase conciencia de sí misma, y estrechase sus lazos. Y ¿qué lugar podía ser ese más que una biblioteca?



En los momentos posteriores al desastre, Kawabata entregó artículos de socorro para mitigar la
situación de los evacuados. Pero fue cuando supo del deseo expresado por los supervivientes y desplazados, de poder leer, cuando se lanzó a donar libros, cómics y demás materiales de lectura para los refugios. Y una cosa llevó a la otra, y Kawabata, propietario de una empresa para organizar eventos: se ha convertido en un mecenas que va creando bibliotecas en esos pueblos temporales, para que como dice él "las personas puedan conectarse unas con otras".

Una vez más, la biblioteca-nido demuestra su vigencia, esta vez, en una de las sociedades más avanzadas del mundo. Todo un ejemplo de que por mucho que el Godzilla digital (el monstruo que representa el catastrofismo japonés por excelencia, y del que se estrena nueva versión esta semana) amenace con engullirnos, seguimos cumpliendo nuestro papel en el mundo actual.

Y si abrimos el post con la apocalípticamente lúbrica versión de la famosa ola de Hokusai, por parte de la ilustradora Yuko Shimizu (de quien son el resto de maravillosos dibujos), lo cerramos con la calma y la belleza del músico japonés Cornelius. Toda una sugerencia para abrirnos de orejas, y dejarnos llevar por la irresistible creatividad nipona.





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